Eunimar González

Soy Eunimar, una apasionada narradora de historias y creadora autodidacta. Mi vida ha sido un viaje lleno de desafíos y aprendizajes, desde mi experiencia como inmigrante hasta enfrentar desafíos que se hablan poco, pero que han sido una parte fundamental de mi camino. A través de mis blogs, compartiré lo que me hubiera gustado saber antes de los 30: desde el duelo migratorio y la salud sexual, hasta el descubrimiento de mi verdadera identidad con el paso de los años, así como también el maravilloso universo por descubrir de los 30.


Eunimar González

Soy Eunimar, una apasionada narradora de historias y creadora autodidacta. Mi vida ha sido un viaje lleno de desafíos y aprendizajes, desde mi experiencia como inmigrante hasta enfrentar desafíos que se hablan poco, pero que han sido una parte fundamental de mi camino. A través de mis blogs, compartiré lo que me hubiera gustado saber antes de los 30: desde el duelo migratorio y la salud sexual, hasta el descubrimiento de mi verdadera identidad con el paso de los años, así como también el maravilloso universo por descubrir de los 30.Mi misión es inspirar a otros con mis vivencias, brindando herramientas y conocimientos que he adquirido en el camino. Además, he hecho de mi pasión por la edición de videos una profesión, y me ha permitido construir una vida independiente.Te invito a conocer más sobre mí, a aprender de mis experiencias y, si lo deseas, a unirte para empezar tu propio viaje de transformación.

CONOCIÉNDOME DESPUÉS DE LOS 30

CONOCIÉNDOME DESPUÉS DE LOS 30

Capítulo 1: Nudos Sueltos

Si antes de los 30 mi vida había sido un completo desafío, no sé por qué pensé que luego de los 30 todo estaría resuelto.Quizá era porque finalmente había conseguido los papeles en el país al que emigré, un proceso que me había costado tanto tiempo y esfuerzo. Además, había logrado volver a Venezuela, un sueño que en algún momento me parecía inalcanzable, pero que se cumplió. También porque había cerrado algunos proyectos y nos preparábamos para empezar otros, lo cual siempre me llenaba de ilusión. O quizás porque mi relación, que comenzó cuando tenía 15 años, seguía en pie. Habíamos trabajado juntos, apoyándonos mutuamente, y poco a poco habíamos alcanzado varias metas. Ya sabes, esa sensación de que lo habíamos intentado todo, incluso elegirnos otra vez para que funcionara. Y finalmente, esa etapa en la que todo lo que una vez dolió ya no lo hacía, se sentía tan bien. Me gustaba imaginar que casi todo estaba resuelto, pero aun así, algo me hacía sentir intranquila.Quiero decir, parecía que después de tanto y tanto avanzar, con la edad llegaba la parte en que todo estaba desenredándose como un hilo, cuando ya solo quedan unos pequeños nudos sueltos que aflojar.A medida que se acercaban los 30, sentía que algo no andaba bien. El plan de "conocerme antes de los 30" había sonado tan divertido, pero cuanto más se acercaba la fecha, todo empezó a sentirse diferente, más serio.Empecé a notar lo mucho que disfrutaba esos momentos conmigo misma. ¿Cómo es que amo un viernes por la noche en mi sofá, acompañada de mantas, luz tenue y una película? ¿Cómo es que hacerme un desayuno delicioso me causa tanta felicidad? Incluso pasar la mañana en un taller de arte terapia, rodeada de colores, brunch, compartir, aprender y disfrutar, me sonaba tan genial.El problema no era disfrutar de esos momentos; lo que me inquietaba era darme cuenta de cuánto los disfrutaba. Empecé a preguntarme por qué esos pequeños placeres cotidianos me hacían sentir tan plena. ¿Había cambiado yo o era el mundo a mi alrededor?Conocerme antes de los 30 había sido un reto constante. Sin embargo, sentí por un tiempo que tenía todo bajo control, como si las piezas comenzaran a encajar. Pero cuanto más avanzaba, más preguntas comenzaban a surgir. ¿Por qué, en medio de la compañía, me sentía sola? ¿Por qué, al sentirme sola, no me sentía mal? ¿Por qué querría cambiarlo todo ahora?No tenía todas las respuestas, pero una cosa sí sabía: todo se iba a transformar, y no podía ignorarlo. Aunque no veía las cosas con claridad, ese cambio desataría muchas otras cosas que no esperaba.

CONOCIÉNDOME DESPUÉS DE LOS 30

Capítulo 2: El Huracán

Antes, la meta de llegar a los 30 era clara: estar casado, tener hijos, tener una casa propia, estabilidad financiera y poco más. Pero me di cuenta de que faltaba poco tiempo para llegar allí, y en mi cabeza un par de dudas ya comenzaban a asomarse, multiplicándose hasta formar un huracán. Uno como Milton, para ser más específicos. Así se vio el panorama.Por otra parte, trataba de identificar de dónde venían esos pensamientos. ¿Eran ideas propias o lo que la gente decía? Sé que nunca he sido de cumplir los estándares que los demás esperan. Poco a poco, he ido formando mi propio camino, con todo lo que he aprendido. Y aunque mis decisiones a veces han sido descabelladas, no me arrepiento de nada hasta ahora. Pero, cuando se acerca un huracán, es imposible que pase y permanezca todo en su sitio. Así que hablar de “cambios” se volvió inevitable.Cambio: una palabra que desestabiliza a muchas personas con solo oírla. ¿Por qué tanto miedo a los cambios? Yo siempre decía: “Yo no le tengo miedo a los cambios, me fui del país, me corto el cabello, cambio de trabajo, amo los cambios”. Pero esos pensamientos me llevaron a la misma conclusión: la pareja, el único cambio que no había hecho nunca.Hace un tiempo, imaginarme la idea de no tenerlo en mi vida era inconcebible. Amaba nuestra vida, nuestra complicidad, nuestro apoyo, incluso nuestros silencios. Solo la compañía era suficiente para recargarme y querer ir a alcanzar todo en el mundo.Pero, a medida que me iba descubriendo, lo inconcebible se volvió concebible, con una fuerza arrasadora que, al mismo tiempo, me dejaba petrificada. Eran muchas cosas pasando al mismo tiempo: el trabajo, el hogar, la vida. Y, ¿qué pasa cuando hay anuncios de huracán? ¿En quién piensas cuando viene una catástrofe? ¿Qué salvarías si necesitas huir?A veces, la respuesta es muy simple, pero no siempre, ni para todos.El huracán tocó tierra, y las respuestas comenzaron a volar por todas partes. Darme cuenta en aquella conversación de que lo único que quedaba era soltar y salir fue una de las cosas más dolorosas y, al mismo tiempo, más liberadoras que pude experimentar. Y es que sí, aferrarse muchas veces puede matarnos a nosotros mismos.

CONOCIÉNDOME DESPUÉS DE LOS 30

Capítulo 3: El Último Puerto

¿Qué duele, cuando lo qué duele, no debería de doler?Ahí estaba, con los sentimientos a flor de piel. Por dentro, queriendo gritar y por fuera, aceptando todo lo que se venía. Como en una película, pasaban ante mí todos los recuerdos: el amor, las risas, las complicidades, las primeras veces de todo, las alegrías, los esfuerzos, los logros. Y luego, el golpe de realidad. No había más nada que hacer. Todo lo bueno que habíamos construido estaba ahí, hecho, y aún así, no fue suficiente para seguir adelante.Entonces, ¿qué dolía?No supe en qué momento comenzó a hundirse el barco. Al principio, podía sentir como nuestros cuerpos servían de apoyo de uno para el otro mientras remábamos. Me reconfortaba saber que él estaba ahí, no solo para disfrutar el viaje, sino también para protegernos cuando las corrientes estaban más fuertes. ¿Por cuáles agujeros se colaba el agua, sin que nos diéramos cuenta, hasta que, simplemente, fue demasiado tarde? Ambos remamos con fuerza, pero llegó un momento en que no lo hicimos para el mismo destino, y en medio de la corriente nos perdimos con las vistas. Nos dimos cuenta de que simplemente nos gustaban cosas diferentes. Su paisaje no era igual que el mío. Quizás ninguno de los dos era mejor que el del otro, pero nos gustaba lo que veíamos, y estábamos tan atrapados en lo que contemplábamos y sentíamos, que nos perdimos y olvidamos que no íbamos solos. Entre todas las cosas que habíamos acumulado en el trayecto, dejamos de sentir nuestros hombros apoyándose, las miradas cómplices eran cada vez mas distantes, hasta que entender las señas de comunicación para seguir, hacía que avanzar fuera mucho más lento. El viaje continuó y no me di cuenta hasta que fue muy tarde, el momento en que él se bajó del barco antes de llegar al último puerto.Entonces ¿qué es realmente lo que dolía?Al final del trayecto, las conversaciones se volvieron cada vez más crudas y los silencios más ensordecedores. Ir entrando en la realidad de lo que es y lo que tú querías era como comenzar una nueva vida.
Cuando alguien nace, algo más debe morir. Despedir a aquellos jóvenes llenos de ilusión, que se subieron al barco para remar por sus sueños, significaba aceptar que, en medio del mundo, se habían descubierto en cosas diferentes. Despedirlos, era abrirle la puerta a un duelo necesario para poder seguir adelante.

CONOCIÉNDOME DESPUÉS DE LOS 30

Capítulo 4: A Través del Miedo

Cuando era pequeña, para mí, los adultos no tenían miedo, hacían cosas malas, pensando en saberlo todo. Pero llegué a los 30: sintiendo miedo, tratando de reparar las cosas que creí estaban mal y dándome cuenta de que recién estaba comenzando a descubrir un montón de cosas.Recuerdo cuando era adolescente, haber ido a una casa fantasma con unos amigos. Al entrar, te encerraban en un ascensor donde venía un personaje a asustarte y luego que se iba, tu tenias que salir del ascensor, correr por un pasillo donde habían otras personas asustando, que salían de unas habitaciones, hasta llegar a la salida. Mis amigos y yo entramos al ascensor, vino el personaje, nos asustó, se fue, regresó, se volvió a ir, pero nosotros no salimos del ascensor; el miedo nos paralizó. Recuerdo no parar de gritar y gritar mientras me tapaba los oídos y cerraba los ojos. No había manera de que yo, por mis propios medios, tuviera la fuerza para avanzar hasta la salida.No sé cuánto tiempo transcurrió (para mí, una eternidad), pero al ver que no salíamos del ascensor, tuvo que venir alguien del personal y con una linterna enseñarnos por donde debíamos ir. Yo solo quería que la pesadilla que estaba viviendo terminara. Durante la caminata hacia la salida, se escuchaban gritos de terror a nuestro alrededor, que te paraban los pelos de punta. Además veía muy poco y todo era horrible; las texturas eran escalofriantes, y a cada paso parecía que nada iba a salir bien. Hasta que en un punto, no aguanté más, cogí la mano de uno de mis amigos y salimos corriendo con todo lo que pudimos hasta la salida. Una vez afuera, sentí lo que pensé que sería el último aliento, como si mi alma saliera de mi cuerpo.Toda la situación me dejó agotada, con dolor en todas partes, especialmente en la cabeza. Sentía que se me iba a explotar. Apenas podía soportar el dolor de garganta por tanto gritar. Fue una experiencia totalmente horrible.Cuando llegué a los 30, pensé que el miedo se iría, que por alguna razón ya era mayor y no existiría más esa emoción. También sentí que lo que creía saber, de pronto, lo había olvidado. Todo lo que me había costado AÑOS construir parecía desmoronarse en un segundo. De un momento a otro, todo era desconocido, inclusive yo misma. Las preguntas: “¿Quién soy?”, “¿Qué soy?” y “¿Qué tengo?” rondaban en mi cabeza.Ese miedo que sentí de joven, volvió.Ahora, con 30, después de construirlo todo, la ruptura se sintió como si aquel suelo bajo mis pies desapareciera, aumentando mi terror y dejándome atrapada emocionalmente. Me sentí como en aquel ascensor, sin saber cómo salir, pensando que el terror no terminaría. Me preguntaba constantemente: “¿Qué vendrá ahora?”, “¿Qué camino debo tomar?”, “¿Cómo es posible que todo lo que construimos se derrumbara tan rápidamente?”. Y, esta vez, estaba sola en ese encierro.En el fondo, sabía lo que tenía que hacer, sabía a dónde debía ir, dónde estaba la salida. Sabía que, al cruzar esa puerta, todo acabaría, pero… ¿valía la pena pasar por todo esto? Durante un momento, el miedo me impidió salir de esa situación. Y en mi parálisis me preguntaba: “¿Cuándo pasará?”, “¿Qué hay más allá de todo eso?”.Recordé la luz. Recordé que no era aquella joven. Ahora tenía 30, y podía salir de ahí. Esta vez, la luz que me llevaría a la salida, solo dependía de mí. Así que me atreví a dar los primeros pasos fuera del ascensor. Pero, mientras avanzaba por el pasillo, más y más miedos surgían desde las habitaciones, abrumándome con cada paso. Me preguntaba: “¿Cómo voy a sostenerme sola?”, “¿Qué pasará con el trabajo que hemos construido?”, “¿Quién se va de casa?”, “¿Cómo vamos a separar todo?”, “¿Estaremos haciendo lo correcto?”. Me torturaba pensando: “ Y si nos arrepentimos luego, ¿qué?”, “Si me voy, ¿a dónde me voy?”, “¿Tendré la valentía de irme?”.Cuando lograba superar algunos miedos y podía avanzar un poco más, aunque me temblaran las piernas, otros miedos seguían apareciendo: “¿Podré estar más adelante con alguna otra persona?”, “¿Me quedaré sola?”, “¿Volveré a elegir de esa misma manera?”, “¿Y si no encuentro a alguien?”, “¿Estaré bien sola?”, “¿Cómo conoceré a otras personas?”, “¿Quiero estar con otras personas?”.El miedo se volvió inminente, como una neblina que me impedía ver más allá, nublando mi vista.De repente, los miedos comenzaron a mezclarse con rabia y culpa: “Yo me metí en este ascensor, me lo pude haber evitado”, “¿Quién me mandó a entrar?”, “¿Qué necesidad tenía de volver aquí?”, “ Ahora, ¿cómo digo que quiero salir?”, “Nadie va a sacarme de aquí porque ya se los había pedido antes y, al final, fui yo quien decidió entrar”, “Es mi error, es mi culpa”,” Yo tomé las decisiones que me trajeron aquí, y ahora tengo que encontrar la forma de salir”.Y así, mientras avanzaba con todo el miedo del mundo, encontré la linterna que me guiaría hasta la salida. Me aferré a ella como mi única guía en medio de la oscuridad. Y aunque sabía que nadie vendría a salvarme; solo yo podía hacerlo, había una certeza importante que pronto descubriría. Al otro lado de la puerta, había gente esperándome. Y que todo lo que necesitaba para seguir adelante, también estaba allí.Después de dar ese paso crucial, aunque me sentía devastada, totalmente en la “mierda”, en el fondo, fue un alivio darme cuenta de que no tenía que continuar el camino sola. A veces, simplemente necesitamos tomar la primera decisión, la más difícil, para descubrir que el resto del camino lo podemos compartir con otros.El miedo puede paralizarnos muchísimas veces, y es tan fácil quedarse esperando en el ascensor que algo cambie. Pero en el fondo, todos sabemos dónde está la salida, sabemos que esa decisión lo cambiará todo. Solo falta algo, tomar la acción y esa pieza está dentro de ti.Como una vez leí: “Tu segunda vida empieza, cuando te das cuenta que sólo tienes una”. Y si de algo estoy orgullosa, es que, cada vez que tomo una decisión, a pesar del miedo, jamás volveré a ser la misma.

CONOCIÉNDOME DESPUÉS DE LOS 30

El Regalo del Tiempo

Especial de Navidad

Una de mis cosas favoritas de llegar a los 30 (a pesar de todo lo que se supone que se debe hacer) es hacer lo que realmente he querido. Suena raro, porque realmente sí había trabajado para lograr la familia, los hijos, el perro, la casa, el trabajo y todo lo que había soñado desde pequeña. Pero, a medida que pasaba el tiempo, me fui cerrando a las posibilidades que alguna vez soñé, todo por pensar si realmente era lo que yo quería, si estaba con la persona correcta o si yo me estaba convirtiendo en la persona que quería ser, sobre todo, esto último.Llevaba algún tiempo queriendo hacer algo diferente por estas fechas. Para mí, llevar tantos años lejos de mi familia era un dolor; escuchar unas gaitas, comerme una hallaca o escuchar las campanadas era sinónimo de tristeza, y tuve que poco a poco reestructurar eso en mi sistema, porque no me parecía adecuado para mí ni para lo que yo quiero para mi futuro.Así que, de tanto pensar, desearlo y visualizarlo, el año pasado pude disfrutar la Navidad en Venezuela junto a mi familia. No te contaré cómo sucedió, porque realmente creo que fue el espíritu de la Navidad el que hizo todo perfecto para que así fuera. Pero más allá de eso, saber que ahora volvería a suceder, otra Navidad "sola" en un contexto diferente, me abrió los ojos a que realmente era lo que yo había pedido tiempo atrás.Este año cambiaron muchas cosas, y aunque en el proceso sentía que era un año terrible, pude darme cuenta de que fue el año que me confirmó que los sueños se cumplen, que los miedos se vencen, que el amor sí existe, que para enseñar sobre el perdón, hay que perdonar; el valor de la amistad, el arriesgar por mis sueños, que soy capaz, que puedo ser vulnerable y eso no me hace débil, que soy fuerte pero que está bien no serlo siempre ni para todo, que puedo pedir ayuda y que está bien dejarse ayudar.Estaré pasando una Navidad diferente, pero lo que me alegra de eso es que estoy en un lugar en el que decidí estar, sintiéndome tranquila y en paz. Para mí, ahora mismo, eso lo es todo.Si este año no hubiese sido como fue, ¿qué estarías viviendo? ¿Te gustaría seguir donde estabas? ¿Crees que era necesario que todo lo que pasó ocurriera para estar dando los pasos que necesitas para tu mañana?Para mí, este año me preparó para lo que mi corazón está anhelando, en todos los aspectos de la vida, y necesitaba pasar por todo para estar lista para recibirlo.
Hoy, tú que me lees, ¡espero que también lo estés!
Agradezco con todo mi corazón que estés aquí.Te deseo una, Feliz Navidad.

CONOCIÉNDOME DESPUÉS DE LOS 30

Capítulo 5: Nido Vacío

Siempre me han gustado los años nuevos. Para mí, siempre han significado un nuevo capítulo en mi vida, en mi historia. Cada año ha venido lleno de cambios: de país, de trabajo, de casa. Y, sin duda, hablando de esto último, hoy recuerdo aquel año en que nos mudamos al último piso donde vivimos.Era invierno y, aunque estos días suelen ser un poco más tristes y grises, entrar ahí fue diferente. El sol entraba con intensidad, iluminando todo. Al entrar, de frente estaba la cocina; a la derecha, el salón; a la izquierda, un baño, una habitación y, al fondo, la habitación principal con baño propio.Podría describir la casa, las paredes, los espacios, pero lo que sentí al verlo iba más allá de esas características.Desde el primer momento me sentí tan feliz. Habíamos dejado atrás el año de la pandemia, y ver ese piso, al año siguiente de un período tan catastrófico, fue comenzar un nuevo año, un nuevo capítulo.El piso estaba completamente vacío, era una obra nueva. Aún no teníamos el gas instalado, por lo que el frío era intenso, pero la emoción de comenzar a habitarlo nos hacía olvidar el resto.Lo primero que compramos fue un sofá cama, que buscamos casi de inmediato. Al verlo ahí, en el salón, fue como un toque de realidad a todo lo que estábamos viviendo. Mientras decidíamos qué cama comprar y cómo queríamos todo, los días pasaban, y algo increíble sucedió: el frío se intensificó y comenzaron a caer copos de nieve. Verlos caer por la ventana se sentía surrealista. De todos los años viviendo en Madrid, era la primera vez que veíamos algo así.Filomena, así se llamó el fenómeno meteorológico del momento, trajo días y días de nieve. Al principio fue emocionante, pero con el tiempo se volvió un poco tedioso. La mudanza tuvo que hacerse andando, por caminos que se habían convertido en hielo con el paso de los días.La compañía de gas no había podido instalar el servicio porque no circulaban coches por las calles, la cama no llegó a tiempo, todo se atrasó más de lo previsto. Aun así, cuando deseas algo con tanta intensidad, eres capaz de esperar, porque sabes que valdrá la pena.
Los últimos días de Filomena tuvimos que ir a casa de mi cuñado para bañarnos con agua caliente y luego regresar a dormir en la casa nueva, en el sofá cama, arropados y envueltos en todo lo que teníamos para darnos calor.
Después de lo que significó la pandemia, vivir todo esto se sentía como la mayor de las aventuras, y la estaba viviendo con mi mejor amigo. Los dos, por primera vez en un piso para nosotros solos, decorándolo a nuestro gusto, creando nuestro propio espacio. No sentí miedo, porque a su lado todo me parecía una aventura que valía la pena vivir. Ya me había ido del país, así que todo lo que viniera después, sabía que también valdría la pena.Para inaugurar las vistas, Filomena fue perfecta. Parecía un sueño despertarse y ver la nieve por todas partes a través de los ventanales. Mejor bienvenida a nuestro nuevo hogar, imposible.Días después, comencé a sentir el calor de hogar. Sentía que ese era mi lugar desde siempre. Poco a poco, llegaron la cama y los muebles, instalaron el gas, los armarios comenzaron a llenarse, aunque tardamos en llenarlos porque eran tantos. El baño, con sus plantas y velas, comenzó a competir por ser mi lugar favorito, aunque con el tiempo, la cocina ganó ese título. De no gustarme cocinar, pasé a amar la cocina.La segunda habitación se convirtió rápidamente en oficina. Despertar, darme una ducha, preparar el desayuno y empezar a trabajar era mi día ideal. A veces salíamos a ver clientes, ir a eventos o hacer diligencias. Sin embargo, con el tiempo, me di cuenta de que no tener una rutina me afectaba.La casa se convirtió en mi refugio, el lugar donde me redescubrí, donde pude ser yo de todas las maneras. Si necesitaba creatividad, pintaba una pared, porque las hojas no eran suficientes. Si me sentía mal, lloraba y me desahogaba sin necesidad de que alguien me dijera "no llores". Mis experimentos culinarios cada vez me los disfrutaba más, aunque claro, hubo accidentes, como quemar unos tequeños o derretir algo más de la cuenta. Pero lo llamo "parte del proceso" para no ser juzgada.
Las noches de baño de espuma con una película de fondo eran un placer inexplicable.
Fueron muchos años de experiencias, crecimiento y desarrollo en todos los aspectos de nuestra vida. Personalmente, sentí que me expandí en todos los sentidos, especialmente en el más importante: aprendí a disfrutarlo en todas mis etapas, en la compañía y en la soledad.¿Cuántos recuerdos puede guardar un espacio? Esta casa fue un lienzo en blanco que pudimos pintar como quisimos. Y como todo libro que cuenta una historia, este también llegó a su fin.Tomar la decisión de irme del nido no fue fácil. Pero, al igual que los pájaros saben cuándo es el momento de volar, así me sentí al dejarlo. El nido había cumplido su misión en mi vida y, por más que doliera, sabía que era la mejor decisión.Ver cómo la casa fue perdiendo su brillo, cómo lo grande que era se volvía pequeño y cómo el frío se convertía en la temperatura habitual, me hizo darme cuenta de algo: hasta el hogar más bonito, sin amor, es solo una casa.Hubo momentos en que me sentí vacía, hasta que recordé que hay personas que lo pierden todo en minutos, desde el amor de sus vidas hasta todo lo que han construido durante años. Quizá la diferencia es que yo tuve tiempo para asimilarlo, mientras que ellos lo perdieron de la noche a la mañana.La Dana, otro fenómeno meteorológico del momento, arrasó con todo a su paso. No lo viví desde mi ventana, pero lo sentí en mi corazón.Ahora sé que los cambios, aunque a veces nos sacuden, también nos preparan. Nos hacen soltar el miedo a lo desconocido y abrazar lo que está por venir. Y eso es lo que siempre trae un nuevo año: la oportunidad de reinventarnos, de crear nuevos recuerdos, de comenzar de nuevo. Porque al final, lo que importa no es el lugar en sí, sino las experiencias y el amor que ponemos en cada rincón de nuestra vida.

CONOCIÉNDOME DESPUÉS DE LOS 30

Capítulo 6: La Profundidad del Recuerdo

Cuando era pequeña, a los 7 años, mi hermano menor de 2 años, se volvió eterno. No supe la razón, aunque en mi cabeza siempre rondaban los ¿Por qué? nunca lo pregunté. Sentía que era tan doloroso el tema, que prefería evitarlo.El día que regresamos, luego de despedirlo por última vez, recuerdo lo que significó entrar a la casa donde fuimos felices con él.Nada se sentía igual. Todo era lo mismo, todo estaba en su sitio, pero al mismo tiempo TODO había cambiado.Recuerdo cómo en medio del dolor, me enviaron un fin de semana a casa de una tía, para distraerme de la situación.Fue increíble, porque siempre había sido una niña muy feliz, divertida, extrovertida, curiosa, enamorada de la vida, todo me hacía reír, y en unos días eso se había esfumado. Así que ir ese fin de semana a donde mi tía me ayudó mucho, a revivir esas emociones, a conectar con esa yo que hace unos días no se sentía igual, pensé que era bueno porque lo que dolía hacía unos días, realmente, ya no dolía tanto.Esos días, bailamos, paseamos, nos divertimos, salimos, jugué con mis primos. Tuvimos siempre la mente ocupada con actividades y fue tan normal para mí, tener esos días de diversión, fueron como una cura para mi corazón. Pero realmente estaba siendo un arma de doble filo, era cómo limpiar una piscina estancada con un cadáver en el fondo. Todo estaba a punto de empezar.Cuando regresé a casa, me di cuenta de que no podía tapar la ausencia de la persona que más amaba con un fin de semana de diversión.El dolor fue tan profundo… que algo dentro de mí murió también en ese momento.Las cosas de mi hermano ya no estaban, su cuna, su ropa, sus juguetes, el coche donde siempre jugábamos a rodar por toda la casa.
¿Dónde estaban? Solo quedaba el perrito de peluche que aún tenía su olor, me recordaba que era el fan número 1 de los perritos.
Miles de preguntas en mi cabeza… “¿Por qué me dejó?”, “¿Por qué él?”, “¿Por qué no me fui yo?”, “¿Qué pasó?” ¿Cómo me hacía la idea de comenzar a vivir una vida nueva sin la persona que tanto amaba a mi lado?Mi hermano, había sido una razón de felicidad inigualable en mi vida, me había hecho hermana mayor y con ese título yo me sentía INCREÍBLE, Ahora, ¿Sigo siendo hermana mayor? o “¿simplemente hago como que nunca sucedió?”No lograba entender porque nadie era consciente de que esto dolía tanto y quemaba cada parte del ser como para hacer que no ha pasado nada. Cuando yo lo estaba sintiendo todo y me estaba matando incluso siendo una niña.Con el tiempo, me di cuenta de que no solo perdemos a los seres queridos por la muerte, sino que hay otros tipos de pérdidas que duelen igual de profundo. Como cuando pierdes a alguien que sigue vivo, pero ya no está en tu vida de la misma manera.No se acaba porque es la única opción, sino porque ya sus caminos han tomado rumbos diferentes, su manera de amar no es el amor que tu quieres o mereces, la vida de ambos no están en el mismo momento, es difícil entender. Que no es el no querer, sino el no poder.Por las razones que sean, remover esa piscina implicaba mucho más que agitar el agua; era desenterrar emociones que había preferido dejar enterradas, enfrentar recuerdos que pesaban como piedras en el fondo.Vivir con este dolor era entrar en terreno desconocido. Cada paso parecía más incierto que el anterior, pero sabía que debía enfrentarme a ello.El miedo no era solo a entrar en la piscina; era a todo lo que significaba sentir. Cada vez que pensaba en ello, sentía que perdería el control, que no estaba lista para enfrentar lo que tanto tiempo había ignorado.
Cuando duele algo, que no debería doler, “¿Qué haces?, “¿Cómo evitas el dolor?”, “¿A quién te aferras cuando a quién te aferrabas, ya no está?”
Mientras decidía si entrar a esa piscina a limpiarla del todo, me dispuse a cada día, sacar hoja por hoja, convencida de que estaba haciendo algo por mantener la calma. Pero era un engaño: el verdadero peso seguía ahí, en el fondo, inmutable, esperando a que lo enfrentara.Pero imagina, que en medio de la incertidumbre aparece alguien. Y, por un momento, todo lo que dolía pareciera disiparse, como el sol que brilla brevemente sobre la piscina estancada. Aunque la superficie parecía más luminosa, en el fondo, las mismas sombras seguían acechando.Esa persona, con su mirada, te invita a explorar un nuevo universo, y su sonrisa contagiosa despierta algo en ti, que creías haber perdido. Como aquel fin de semana con mis tíos cuando era niña, este nuevo alguien te recuerda que aún puedes ser feliz, que aún puedes reír y disfrutar. Los lugares, que parecían grises y aburridos, se sienten como terrenos desconocidos, que ahora deseas descubrir.Los gestos atentos de esta persona parecen llenar vacíos que habías ignorado. De repente, te encuentras sonriendo sin razón aparente, con una complicidad silenciosa en el corazón, comienzas a escuchar un nuevo grupo musical, a probar otros lugares de comida, los fines de semana son para otras cosas, caminas por otras calles. Todo parece fluir de nuevo.Como si la dopamina de la novedad pudiera ser el calmante que necesitabas para el corazón. Y en esa felicidad nueva, parece que todo se acomoda.Pero en el fondo, sabes que esa nueva alegría, aunque es real, es temporal. Sabes que no has entrado a lo profundo de la piscina, donde está el cadáver, donde está el dolor. Porque el miedo a remover las aguas, sigue presente y en algún momento tendrás que dar el paso.Es fácil confundir este alivio momentáneo con una sanación, creer que una nueva persona es simplemente la respuesta a todo lo que duele. Pero a medida que pasan los días, al igual que caen las hojas lentamente a la superficie de la piscina, te das cuenta que hay cosas que no se pueden esconder.Cuando comienzas a pensar en tu realidad, en las cosas que tienes por arreglar, en que esos pequeños momentos de felicidad aunque son intensos no son suficiente para lo que necesitas ahora.Es así como el día soleado, comienza a taparlo una nube gris, cuando la realidad, te recuerda que tienes cosas que arreglar dentro de ti, limpiar la piscina para poder tranquilamente disfrutar los días de verano y de invierno.Quizás, te hace pensar y agradecer, el haber estado presente, por devolver esa felicidad a ti, pero lamentas también el momento en que te encontró porque no estabas lista.Quisiera decir que hay una manera lineal de vivir el dolor, pero cuando decides entrar a lo hondo de la piscina, tomar oxígeno en ciertos momentos, se vuelve vital. Quiero decir, lo intentas y al mismo tiempo quisieras salir corriendo y huir.Que la muerte de mi hermano dejara de doler, llevo más de 20 años. Nombrarlo, en ocasiones, significaba un nudo en la garganta que evitaba que las palabras salieran con fluidez y vinieran acompañada de unas cuantas lágrimas.Era revivir el momento de la pérdida una y otra vez. Pensar que no hubo un adiós, un cierre a ese dolor, hacía que la herida no cicatrizara. No me despedí, y fue hacer que nunca pasó, evadiendo ese dolor por años como si, “el tiempo lo curara todo”.
Por eso, ya que pasé años sacando hojas de aquella piscina, esta vez decidí sumergirme. Me arme de valentía, aunque con mucho miedo, busqué las herramientas que necesitaba o con las que podía contar.
Me sumergí poco a poco, sintiendo como el agua helada tocaba mis pies e iba subiendo por todo el cuerpo, aunque quería echar todo para atrás, respiraba y lo volvía a intentar.El agua se sentía pesada, y comenzaba a remover todo lo que se encontraba estancado. Tenía que ser consciente de la respiración porque a veces me quedaba sin aire.El pecho dolía, la presión y la temperatura hacían que respirar se volviera una tarea difícil. Mi cuerpo temblaba, no sabía si de frío o la necesidad de que ya todo acabara.Prepararse significó reconocer que no podía seguir con el cadáver en el fondo, que dolía y hacía mi vida más pesada, que seguir evadiendo lo que era obvio no me iba a dejar avanzar, así que aceptar que había algo que cambiar fue el primer paso.Sanar el dolor, para mi, era que los recuerdos dejaran de doler, reconocer que la muerte de quien amas, la separación física de quien amaste, una decisión que lo cambia todo, o terminar una relación, era parte de la vida y en vez de enfocarme en los por qué, tenía que enfocarme en el para qué, en mi vida.Gasté el dolor, porque decidí vivirlo, escribí lo que me dolía, hablé con profesionales, me rodeé de personas que estuvieron dispuestos a acompañarme en el proceso, a escuchar mis historias, mi sufrimiento, una y las veces que fueron necesarias.Seguí escribiendo, seguí hablando, seguí gastando el recuerdo hasta que después de vivirlo, de nadar hasta el fondo de la piscina, pude llegar al cadáver y con la fuerza que quedaba, sacarlo de donde estaba.No hubo algo más liberador después de eso, cuando saqué lo que realmente dolía, pude comenzar a experimentar el verdadero proceso de sanación. Sacar eso que se encontraba en el fondo, fue solo el inicio.Lo que vino después fue un proceso largo, pero por primera vez, sentí que el agua comenzaba a aclararse, y que el peso que había cargado durante tanto tiempo finalmente se había aligerado.
Efectivamente, el duelo no es un proceso continuo, pero al enfrentar ese dolor, la vida se vuelve más liviana y clara.

CONOCIÉNDOME DESPUÉS DE LOS 30

Capítulo 7:
Renacer al amanecer:
El abrazo de quienes te apoyan

PARTE 1

Cuando llegas a los 30 años y sientes que vas tarde a todo, parece que el huracán te viene persiguiendo y está a punto de llevarte, que cuando alguien se baja del barco te desestabiliza, que atravesar la casa fantasma te va a matar de miedo, que por dejar el nido te va a costar volar, y que si te lanzas a la piscina te vas a quedar sin aliento hasta ahogarte.Pero te das cuenta de que, al igual que el Huracán Milton, eran más los anuncios de catástrofe que lo que realmente impactó; que es importante tomar previsiones, pero que puede tocar tierra y bajar los niveles de fuerza.Descubres que cuando alguien se baja del barco, ahora eres tú quien decide a dónde puedes navegar; comienzas a tomar las riendas y te diriges al puerto que quieres, y hay gente esperando tu llegada.Que al atravesar el miedo, por esa casa fantasma, hay gente afuera esperando para pasar lo mismo que tú, y otra que te está esperando para acompañarte en cuanto salgas.Que el tiempo que estuviste en el nido, te construiste, te formaste, creciste, y tus alas ya no son frágiles como las del principio, sino que tienen la fuerza necesaria para hacerte volar incluso a lugares que no conoces.Por último, te das cuenta de que una vez el agua está limpia, comienza a ser sanadora; que, aunque no sepas nadar, flotas. Te vuelves tu propio socorrista. Y descubres que siempre hay personas, como salvavidas alrededor de la piscina, atentos para ayudarte a salir.Faltaba poco para los 30, así que, por un momento, creí que lo mejor era tomar todo con calma, como si nada hubiera pasado. Decidí callar, una vez más, y simplemente tratar de sobrellevar todo lo que estaba pasando. Me aislé, como de costumbre, cuando siento que algo simplemente me sobrepasa, evadiendo todo lo que estaba sintiendo con trabajo y más trabajo.Hasta que llegó el día que, evidentemente, tenía que llegar. Después de tantos años, nuestras familias, amigos, conocidos, nos relacionaban juntos; que preguntaran por el otro era lo más frecuente. Para ponerle un fin, fue así como una publicación explicativa de que el amor había llegado a su fin me derrumbó, como si un balde de agua fría me hubiese caído en segundos.¿Era necesario? No lo sabemos, pero volver a hacer como si nada hubiese pasado, después de tanto, no era de nuevo otra opción para mí. No irnos en silencio y dejar puertas abiertas para volver, dejando que quizá la nostalgia nos mantuviera en un vaivén de esos que dañan minuciosamente.Después de eso, una avalancha de amor inexplicable comenzó a llegar sobre mí. Estaba sola, físicamente estaba sola, pero fue el primer momento en que sentí compañía. Sentía que ya no tenía fuerzas para continuar, así que simplemente me dejé llevar.Salí a caminar. Sentía un montón de emociones juntas, como algunas personas cuando llegan a la meta de una carrera: las piernas, después de correr tanto, te quedan temblando, la respiración agitada y estás feliz, eufórico, cansado, orgulloso, pero tu cabeza no va en sintonía con el cuerpo, así que se derrumba.Pasé de eso a una tristeza profunda. Seguí caminando sin rumbo, sin saber a quién llamar, con quién hablar, a dónde ir. Quería compañía, pero no cualquier compañía, hasta que simplemente llegué de nuevo al refugio. Me tiré en el sofá, abracé el cojín que tenía cerca y lloré desconsoladamente como nunca; el pecho se me trababa, no entendía cómo algo me podía estar doliendo tanto si sabía que era lo mejor.Entendía que ese sentimiento iba a pasar, lo que no sabía era cómo ni cuándo.Es muy fuerte cuando eres consciente de todo, es como una operación con anestesia local, como seguir estando despierto; podía sentir cómo mi cerebro era consciente de la decisión de ambos, que era lo mejor, que ya había pasado tiempo y lo venía trabajando, pero de un momento a otro mis sentidos lo estaban viviendo todo por primera vez.Ahora comenzaría otro proceso, y esta vez no quería ni podía seguir sola.Gracias al trabajo que venía haciendo, pude reconocer que mi aislamiento se debía a todas las veces que en su momento necesité ayuda y no la obtuve. Hacerlo consciente fue una cura, porque solía pensar que esto también debía sobrellevarlo de la misma manera, y no podía estar más equivocada.Llegar a los 30 significaba no seguir repitiendo patrones. Aprender que ya la niña que necesitaba ayuda era una adulta, y solo yo podía darme lo que necesitaba. ¿Qué sentido tenía ignorar las ayudas que me estaban ofreciendo porque antes no las tuve? ¿Por qué seguir llevando una carga si alguien me podía acompañar? ¿Por qué no hablar de lo que estaba sufriendo si era una realidad y me dolía? ¿Por qué como adultos no podemos sentir miedo, sentirnos mal, sentirnos solos?Solo debía identificar quiénes realmente podían ser mi apoyo en ese momento, y esto lo cambió todo.

CONOCIÉNDOME DESPUÉS DE LOS 30

Capítulo 8:
Odio tener que odiar, sin odiarte

En un momento pensé que me moría, que tu ausencia acabaría con cada parte de mí.
Era extraño, porque ya me sentía sola.
Hasta que tenerte estaba doliendo más que la idea de dejarte ir.
Odié cada palabra que quise escuchar y no llegó.Odié la idea que tenía de ti en mi mente.Odié la idea de no tener que envejecer contigo.Odié no verte como el padre de mis hijos.Odié no verte como el esposo que quería.Odié la idea de tener que odiarte por todo lo que quise y no fue.Odié saber que había llegado alguien más.Odié darme cuenta de que tus ojos no me miraban de la misma manera en que solían hacerlo.Odié no poder decirte que me estaba ahogando.Pero, odié más reconocer que sabías que me dolía y aún así continuaste.Odié tener que odiar cuando todo lo que quise era amar.Incluso, odié la idea de no poder odiarte.No pude expresar lo que sentía, porque ni yo misma entendía lo que me estaba ocurriendo. Me costaba aceptar que podía sentir lo mejor y lo peor hacia una misma persona. No sabía cómo procesarlo, cómo vivirlo, hasta que me di cuenta de que me estaba consumiendo por dentro. Fue difícil, porque sabía que todos los caminos apuntaban hacia ese final inevitable. Y mi rabia, en realidad, no era hacia ti, sino hacia lo que quise que fueras y nunca fue.Pero después de todo, no te odio.Agradezco lo vivido, y lo que la inocencia de nuestra juventud nos permitió experimentar.Entendí, que lo que siempre te dí es quien soy.Que lo que compartí, es lo que tengo para ofrecer.Que lo que deseaba entonces, sigue siendo lo que quiero ahora.Y que lo que veía en ti, era un reflejo de lo que soy. Y amo eso.Agradezco que lo que no llegó, aún está por venir.Solo espero que, cuando llegue, alguien pueda verme de la misma manera.Lo sabré, porque las miradas no mienten.

¡EN CONSTRUCCIÓN!

Vamos por parte, una cosa a la vez.

Te recomiendo:

CONOCIÉNDOME DESPUÉS DE LOS 30

Capítulo 7:
Renacer al amanecer:
El abrazo de quienes te apoyan

PARTE 2

La vida adulta a veces se siente como un largo y solitario camino. Al llegar a los 30, parece que vivimos en un constante luto: por alejarnos de nuestra familia, por perder un trabajo, por el emprendimiento que no funcionó, por amistades que ya no están, por la ruptura de lazos familiares, por los duelos de personas amadas que nos dejan, por ver partir a amigos a otros países, por la muerte de nuestras mascotas, por cambiar de hogar, por el fin de relaciones largas, por divorcios... incluso por los sueños que aún no se han cumplido. Mientras tanto, tratamos de seguir "viviendo", sanando cada duelo que enfrentamos en el camino.Ser fuerte ante tantas adversidades es agotador. Estar en constante cambio, asumir nuevas responsabilidades, y ver cómo los roles cambian sin previo aviso hace que, poco a poco, todo se acumule hasta que llega un momento en el que sientes que ya no puedes más. Guardas tantas emociones durante tanto tiempo que lo más mínimo puede hacerte colapsar.Sin embargo, también existen quienes están encontrando el amor de sus vidas, abrazando a su primer hijo, comprando la casa de sus sueños, viajando por el mundo... cada uno en su propio proceso. Todos tomamos decisiones cada día que nos acercan o nos alejan de lo que verdaderamente desea nuestro corazón. Pero cuando todo parece venirse abajo y sentimos que no podemos más, ¿quiénes están allí para sostenernos?Para quienes nos ha costado construir lazos sanos, confiables y duraderos, valoramos profundamente las amistades. Sabemos que, cuando logramos conectar con alguien de verdad, entregamos todo, incluso lo que a nosotros mismos nos ha faltado en algún momento. Y en esta etapa, he comprendido lo importante que es esa conexión.Me alegra ver cómo muchos empiezan a entender que, al igual que los niños "se portan mal" cuando están con sus madres, los adultos también repetimos patrones similares. Nos mostramos como somos frente a quienes sentimos que no nos juzgarán.Si no has encontrado a personas así, espero que lo hagas. Encontrar a alguien, aunque sea una sola persona, con quien puedas ser tú mismo, sin miedo a ser juzgado o criticado, es invaluable. Es casi como encontrarlo todo.A veces, las personas llevan sobre sus hombros la responsabilidad de mantener a toda una familia, el peso del trabajo, las finanzas, y es difícil soltar esa carga, aunque sea por un momento. Pero cuando te das cuenta de que no puedes cargar con todo, al menos no todos los días, no a todas horas, te das cuenta de lo mucho que necesitas apoyo.Siempre he sido fuerte, o al menos eso me han dicho. Desde pequeña, rodeada de tristeza y duelo, aprendí a sonreír para no añadir más dolor a los demás. Hice lo mismo cuando me fui del país. Así fue también como enfrenté mi separación: en soledad, creyendo que “yo soy fuerte”, que puedo con eso y más, siempre más.Evadí hablar de la separación porque no quería escuchar frases como “tú puedes”, “va a llegar alguien mejor”, “Dios tiene algo mejor para ti”. Sabía que esas eran las palabras que me dirían, pero eran justamente lo último que quería oír. Porque claro, sé que puedo, pero no quería poder en ese momento. Quería aceptar que me dolía, que no me quería levantar de la cama, que no tenía ganas de hacer nada más. Ya lo había intentado todo: trabajar, cocinar, moverme, hacer diligencias… pero no quería ser fuerte esta vez.Sin embargo, este capítulo no es sobre mí, sino sobre las personas que estuvieron allí, en medio de mi dolor. Aunque muchas veces creemos que estamos solos, siempre hay alguien dispuesto a acompañarnos. Y en mi caso, fui afortunada de encontrar esa red de apoyo cuando más la necesitaba.Volví a compartir con personas con las que hacía años no lo hacía, y parecía que el tiempo no había pasado. Me escucharon, una y otra vez. Recuerdo a mi amiga que me dejó llorar en su cama, comer allí, ver series y películas sin juzgarme, escuchando cada una de mis historias. Otra amiga con la que cumplimos ese viaje soñado que habíamos imaginado en la universidad, y que se convirtió en una parte esencial de mi proceso de sanación. Y a mi amiga, que no importaba la hora, siempre estaba dispuesta a levantar el teléfono y escucharme.Ellos fueron mi familia elegida. Me dieron lo que significa hogar: dejarme sentir mis emociones, hacerme reír, abrazarme mientras lloraba, acompañarme en mi tristeza, escuchar sin juzgar. Encontré un verdadero tesoro en ellos, y solo espero ser igual de significativo en sus vidas como ellos lo han sido para mí. Pero me han mostrado que aun en la tristeza, aun en los momentos más oscuros, es posible encontrar luz.La familia que constituye nuestra red de apoyo no siempre tiene que ser la de sangre. En mi caso, la experiencia de atravesar todo esto me permitió ver que lo que siempre había considerado como "lo normal" en mi vida, lo vi desde otra perspectiva. En mi familia, los patrones han sido familias constituidas, sin divorcios ni separaciones. Al no tener esas referencias, no sabía cómo afrontar una ruptura, lo cual me llevó a buscar respuestas fuera de ese entorno familiar.A veces, los consejos que recibimos de nuestras familias reflejan sus propios miedos, aprendizajes y patrones. Aunque intenten protegernos, esas palabras no siempre alcanzan el lugar donde más las necesitamos. Me di cuenta de que no necesitaba frases hechas, palmaditas en la espalda o consejos no aptos para mi realidad actual, sino que buscaba un espacio donde pudiera ser yo misma, sin filtros ni expectativas. Ese espacio lo encontré en quienes decidieron caminar conmigo sin juzgarme ni imponer nada, solo estando allí. Fue en ese acompañamiento donde renací en medio del dolor.Con el tiempo, entendí que lo que para algunas personas puede ser sencillo, como salir de una relación, para otras no lo es. Depende de la normalidad con la que hayamos crecido. Aun así, es importante que nuestras decisiones se basen en lo que nos haga sentir bien, confiando en quienes nos rodean, sin seguir ciegamente lo que los demás consideran como "normalidad".Por último, saber que tus planes, a veces se quedan cortos para lo que Dios tiene preparado para ti, también es sinónimo de saber esperar y prepararse para poder estar listo para recibirlo.Así que en todo el proceso está bien recibir ayuda, y no quitarle la oportunidad a los demás de ser los mejores amigos contigo.

CONOCIÉNDOME DESPUÉS DE LOS 30

Capítulo 9:Entre montañas y aprendizajes

Han pasado 5 meses desde mi cumpleaños número 30. Desde entonces parece que he vuelto a nacer. Parece mentira, pero cosas que quizá son tan básicas de hacer, conocer o sentir, no lo hago desde hace aproximadamente 15 años. ¡Una vida!En ocasiones siento que todo va pasando muy rápido, que no he terminado de bajar la montaña cuando ya tengo que subir otra, y cuando estoy cayendo de la siguiente otra más alta me está esperando abajo y tengo que volver a levantarme para volver a subir y no me da tiempo de disfrutar la vista arriba porque tengo que seguir avanzando.Lo bueno, es que cada vez llevo más herramientas y me siento más en forma cuando voy de bajada, cada vez voy aprendiendo más a cómo caer o quizá sanar más rápido las heridas.En todo este tiempo he tenido que lidiar con muchos temas, si miro atrás, puedo ver que inclusive cosas básicas como aprender a dormir sola o contar como estuvo el día. Aunque parezcan cosas simples, me han llevado a confrontar aspectos de mí misma que no conocía o nunca había explorado. No pensé que en algún momento sería importante en mi vida, pero el cuerpo parece estar desconectado con el cerebro muchas veces y es como que si no se entera de lo que está pasando. ¿Por qué es que ya no tiene cosas que antes sí?Por otra parte, el cambio de vida social, luego de estar en soledad el 85% de mis últimos años, teletrabajando, haciendo mis cosas diarias, trabajando, teniendo tiempo para mí, en un hogar que se sentía pleno, cómodo. Ahora,  a pesar del movimiento —viajar, nuevas amistades, fiestas navideñas, actividades nuevas—, sigo aprendiendo a encontrar calma y gratitud en los pequeños momentos de la vida cotidiana que me hacen recargarme cada vez que lo amerito.Me siento afortunada, porque he podido tener gente a mi alrededor que, con un mensaje o su presencia, me ha hecho sentir en calma y, en medio de los torbellinos, es lo que más necesito.He cambiado de tantas maneras, tanto personal como físicamente, cada día soy más amable y compasiva con lo que veo en el espejo. Cada día veo ese brillo en los ojos que un día sentí que perdí, sonrió y soy más consciente de disfrutar la risa, los días buenos, los abrazo fuerte y los no tanto, no me doy tan duro, porque he aprendido a ver que los momentos malos son eso, un momento, y no tiene por qué arruinar un día entero.He aprendido a disfrutar mis días como un regalo, con las cosas que tengo, las que no, las personas que veo, los sitios que conozco, los lugares que visito, las personas que hablo, las oportunidades que se me ofrecen, los momentos de disfrute, el trabajo, mi momento con Dios, incluso esos reencuentros que me hacen vibrar.Me alegra mucho ver todo con agradecimiento y no intentando olvidar, porque creo que olvidar lo que he vivido no hará que deje de doler. Siento que olvidar de dónde vengo, quién he sido, es anular las decisiones que he tomado y me han llevado a donde estoy. Todos estamos viviendo la vida por primera vez.He aprendido que hay interrogantes que solo necesitan tiempo y, aunque no sea una respuesta absoluta, está bien ir modificando con el tiempo. También a no tomar decisiones desde la emoción. A veces, hay que alejarnos un poco, ver el sitio desde otras perspectivas y tomar una decisión con más claridad.Por otra parte a felicitarme por lo que está bien y considero logros personales, como no querer volver atrás, ver cosas y no sentir que duele, en ocasiones ver lo que era con añoranza, pero disfrutar lo que soy hoy y amarla, hacer cosas que antes me resultaban difíciles emocionalmente e ir recuperando hábitos, incorporar algunos nuevos, romper con ideas y patrones que estaban en mi cabeza, inclusive a arriesgarme y vivir la experiencias y no quedarme con lo que hubiera sido.No voy a mentir, hay cosas que me resuenan demasiado y es como estar en un campo de batalla a la que me lanzaron sin aviso. “La soltería”, en estos 5 meses he visto cómo personas asumen cosas que no son, toman atribuciones que no les corresponden, harían dudar a cualquiera del concepto de amor por sus acciones irrespetuosas. He tenido que proteger mi noción de amor frente a personas emocionalmente heridas que ven el amor de forma distinta.Es un campo en el que, aunque estoy dentro, no me he volcado, pero tampoco tengo prisa en abordarlo. Sin embargo, como en la guerra, creo que hay que arriesgar, tener valentía y sería una suerte salir ileso.Como dice San Agustín: “Hoy amar es una locura… a menos que se ame con locura”Y creo que lo que me mantiene cada día es ver las cosas desde el amor que conozco y sé.

CONOCIÉNDOME DESPUÉS DE LOS 30

Capítulo 10:Primeras veces

Después de los 30, como en mi caso, llegué replantándome todo. Donde lo que era y quería ya no es. Parece que ya todo lo hecho, por lo que se trabajó, lo que se soñaba y lo que no, simplemente no existe, buscaba entre mis recuerdos. ¿Qué no he hecho hasta ahora, que ahora sí puede hacer que funcione?, ¿Qué me puede devolver la ilusión de que no lo haya vivido antes? ¿Cómo se reemplaza una primera vez?, ¿Cómo se vive por primera vez, una segunda vez?Antes, la primera vez lo era todo:"El primer día de colegio, que con tantos nervios superaste para luego hacer amigos, el primer amor al que te prometiste “esperar” porque sabías lo que querías desde mucho antes de conocerlo, el primer beso que te confirmó que la espera había valido la pena, la primera aventura que con los nervios y la adrenalina sabías que todo iba a salir bien, el irte por primera vez de casa de tus padres a un lugar que no sabías si llamarías hogar, el primer viaje que te llevó a cambiarlo todo, incluso tu manera de ver la vida, tu primer cumpleaños lejos de tu familia, pero que con el vídeo sorpresa que prepararon para ti en la distancia te hizo sentir cerca, etc. Y cuando ya parece que no queda nada nuevo por experimentar, me pregunto: ¿cómo se vive una primera vez cuando ya todo está recorrido?Te preguntas también, ¿cuándo es que comienzo a sonreír, a ver el sol de nuevo? al parecer el primer año está lleno de días grises, entra el invierno, los días fríos y lluviosos acompañados cargados de dolor.
Donde entregarte al duelo, ver películas, comer chocolate y llorar se convierte en tu rutina. Sin embargo, incluso en esos momentos oscuros, hay una pequeña chispa que empieza a encenderse, recordándote que el sol siempre vuelve a salir.
Bueno, a decir verdad, así pensé que se tenían que vivir todos los duelos, pero que decidí escucharme y cómo dicen aquí: “Darle vuelta a la tortilla”.Al final, también es mi primera vez teniendo 30 y nada se compara a vivir nuevas experiencias desde un punto más adulto, desde el razonamiento, el deber, pero también desde el permitirme y sentirte merecedor. Raro, porque eres tú dándote permiso de volver a sentir, dándote un “permiso” que te mantiene fiel a ti mismo. Eres tú, con tus gustos de niño, dejando que el adulto decida: ¿qué le va a dar? ¿Te suena familiar?Así que comencé a ver las cosas de esta manera: no es la primera vez que te comes ese helado “sin él”, es la primera vez comiendo el helado conmigo misma, conectándome con mi interior, disfrutando el sabor, su textura, su temperatura, el lugar, el clima. ¿Es este mi sabor favorito? Definitivamente, lo es.Así que sí, es la primera vez que comienzas a vivir sintiéndote diferente, pero diferente para mejor, sentir y vivir todo de otra manera, ese viaje, esa canción, ese abrazo, esa carcajada, esa oración, esa película, el baile, ese sueño hecho realidad, etc. porque cuando el caos se apacigua y el corazón está tranquilo, cada pequeño momento se disfruta el doble.Los primeros meses y quizá el primer año, lo mejor de conocerme y vivir el duelo ha sido tener la oportunidad de rememorar cada fecha y hacerla aún más especial que antes. Durante un duelo, se sufre mucho por lo que no se hizo en la relación o lo que esa persona no cumplió, pero qué bueno, así nada de lo que realmente amo lleva su huella, su marca o su esencia.Ahora, con su permiso, voy a ir a disfrutar de mis nuevas primeras veces…